jueves, 15 de septiembre de 2016

MUSICA EN ESPERA (crítica)

MUSICA EN ESPERA
 
Marguerite Duras no es una autora fácil; escribe con sutileza, maneja matices, dota a sus personajes de un realismo vital que, si se exacerba o se equivoca el contexto se puede convertir en una obviedad, muy lejos de la fuerza y la mirada lúcida que la escritora francesa poseía.

En “La música” (1964) Duras incursiona en el teatro con un texto de extrema delicadeza, en el que una pareja se encuentra en un hotel de las afuera de Paris con el fin de concretar su divorcio. A partir de ese reencuentro, irá reconstruyendo los fragmentos de esa relación y dilucidando el por qué de la ruptura.

Anne-Marie y Michael, los protagonistas,  se reúnen con la intención de cerrar una historia (quizás sería más gráfico decir suturar) pero a la vez se dan tiempo para repasar la relación, recuperar su intimidad y dejar por un rato esa extrañeza que los invade e incomoda.

En esa dinámica, las creaciones de Debora Longobardi y Ulises Puiggrós -dirigidos por  Graciela Pereyra con la colaboración de Lili Popovich como coach actoral- son precisas. Longobardi es seductora y sutil, Puiggros tiene oficio y garra (transmite, se diría).  La puesta en escena es exacta, no molesta, y en eso la sala (Teatro De La Comedia) juega su rol: tiene esa elegancia medio decadente que la historia requería.

 “La música” nos introduce en el corazón de la poética de Duras, en la que el amor, la angustia, el deseo, la desolación, la esperanza y  la destrucción se confabulan para que la realidad sea (por un rato) menos tangible.


Crítico invitado: Laura Asecas
Obra: Musica en Espera
Director: Gabriela Pereyra
Teatro: La Comedia
Rodríguez Peña  1062
Viernes 21Hs.





 

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